Es normal asociar el aprendizaje a métodos tradicionales: explicación de la teoría, puesta en práctica a través de ejercicios poco entretenidos y prueba final que determine a través de un número si hemos aprendido o no, porque es a lo que estamos acostumbrados, tanto los estudiantes como los docentes españoles. Sin embargo, no hace falta investigar demasiado para darse cuenta de que hay una herramienta mucho más sencilla que haría mucho más fácil el aprendizaje a cualquier nivel: los juegos. Estos han estado presentes en la vida de las personas desde siempre, ya sean individuales, en grupo, en casa o al aire libre, y, en muchas ocasiones, han ayudado a pequeños y a mayores a comprender mejor el mundo que les rodea.
La respuesta a la incógnita de por qué los juegos nos ayudan a aprender y a comprender el mundo es simple y a la vez compleja: la ciencia. La ciencia nos explica que nuestro cuerpo produce de forma natural una hormona llamada dopamina; esta se encuentra en diferentes áreas del cerebro controlando las respuestas mentales, emocionales y motoras, además de ser la responsable de regular el estado de ánimo o el sueño, y tiene un gran impacto en la creatividad y en la personalidad (naradigital.es, 2021). Algunas formas sencillas de liberar dopamina son la actividad física, escuchar música o meditar; por tanto, incluir actividades entretenidas y menos basadas en la teoría hará que aumenten los niveles de dopamina de los alumnos, permitiéndoles así un aprendizaje más rápido y ameno.
Por otro lado, aparte de los datos científicos, existen también datos relacionados con la educación en diferentes países. El informe PISA es un estudio que mide el rendimiento académico de los alumnos en las principales materias basado en exámenes estandarizados realizados por estudiantes de 15 años. En el último informe, de 2018, países como Estonia, Finlandia o Canadá se sitúan en puestos muy altos de la lista. La característica principal que comparten los sistemas educativos de estos países es que, en los niveles elementales, anteponen el bienestar y la diversión en el aprendizaje a las pruebas o exámenes. Incluyen actividades al aire libre y métodos de aprendizaje menos teóricos, que ayudan a los alumnos a tener más interés y a aprender de una manera entretenida.
Para obtener un rendimiento mejorado por parte de los alumnos, no es necesario eliminar cualquier contenido teórico ni copiar al detalle los sistemas educativos anteriormente mencionados. Sin embargo, es cierto que implementar juegos y actividades divertidas hace que se sientan más motivados y que aumente su atención, puesto que se les está proponiendo algo nuevo e interesante. Es buena idea también crear diferentes niveles dentro de los juegos, que haya premios o plantearlos como un reto para que no parezca una mera obligación.
Somos muy afortunados de vivir en una época en la que utilizar recursos diferentes y divertidos es más fácil que nunca, gracias a la cantidad de juegos y aplicaciones digitales que podemos encontrar en Internet. Algunos ejemplos de los recursos que se pueden usar en clase son:
- Kahoot: un concurso en el que los alumnos responden a preguntas sobre el tema escogido y van ganando puntos cuando aciertan, dependiendo del tiempo que tarden en contestar; pueden jugar todos los alumnos a la vez, ya que al final aparecen los tres mejores en un podio.
- Wordwall: una plataforma en la que encontrar o crear juegos de diverso tipo (concurso de preguntas, crucigramas, etc.) para que el alumno individualmente ponga en práctica lo aprendido de una forma muy divertida.
- Juegos no digitales: no es imperativo usar recursos digitales, sino que otra idea muy buena es crear una competición o un juego durante todo el curso o durante todo el trimestre, en el que a través de pequeños retos, los alumnos vayan ganando puntos hasta conseguir el premio final. Aquí también entrarían otro tipo de actividades como excursiones, visitas a museos o cualquier otra actividad al aire libre.
En definitiva, la respuesta a la pregunta «¿acaso es posible divertirse aprendiendo?» es un sí rotundo. Es más, no solo es posible, sino que, como ya hemos visto en las líneas anteriores, es necesario tanto para el desarrollo académico de los alumnos, como para su desarrollo personal. Aunque a priori lo parezca, no es misión imposible; para conseguirlo, basta con ser conscientes de los recursos que tenemos a nuestra disposición y estar dispuestos a dejar atrás los métodos de enseñanza tradicionales a los que tan acostumbrados estamos. Al fin y al cabo, ¿qué es lo que más recuerdas tú del colegio? ¿La teoría o la diversión?
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